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Cepillando arriba y abajo

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A pesar de que Monstruita tiene todos los dientes de arriba, los de abajo, tres muelas y la cuarta que está asomando tímidamente aún, no me da miedo que me muerda la teta. De hecho, no me la muerde.

Lo que me dan miedo son... ¡Los monstruos!




Bueno, no, es broma. Y menos Triki, que ese no puede tener caries por muchas galletas que coma porque no tiene dientes.

Ahora sí, mi miedo real son... ¡las caries! Vale, antes no se miraban estas cosas y una no se empezó a cepillar los dientes hasta que tuvo uso de razón (como pronto). Pero ahora la que suscribe piensa en toda la comida y el azúcar que pasa por la boca dentada de Monstruita y se le ponen los pelos como escarpias.


Así que barrunto un plan que pasa por imitarme y llevarla conmigo cada vez que me lave los dientes. Esto implica cambiar mis horarios así que lo llevo regular.

El otro paso es comprarle a Monstruita un cepillo de dientes, claro. Y ahí voy, toda dispuesta a la farmacia a ver qué cepillo le puede ir mejor. El elegido es este que viene en un pack. El de la derecha es un mordedor, y el de la izquierda el cepillo de dientes:

El primer día que se lo doy para que me imite me mira como si me estuviera preguntando qué narices tiene que hacer con el palo con pinchos ese, que si la estoy vacilando o qué. Le cojo la mano, se la llevo a los dientes e inicio el movimiento de frotación y nada. Que la deje en paz y que le dé el mío. La escena se repite varias veces a lo largo de una semana.

Muy bien, Monstruita, ya lo he pillado, tú quieres un cepillo con pelitos como el de mamá. Así que tras esa semana me voy al Compradona a por un cepillo de dientes infantil superchulo, porque  tiene ventosa y todo para que no se caiga al colocarlo en su sitio:

Más molón imposible. Pero claro, eso lo pensaba yo; Monstruita, como siempre, tenía sus propios planes; el cepillo tiene pelitos pero sigue sin ser como el de mamá: es rojo en lugar de rosa y más pequeño. Eso sí, la ventosa mola un puñao y está ideal para pegarla y despegarla en la taza del váter. Efectivamente, el fracaso me da en las narices de nuevo. Monstruita seguía señalando mi cepillo cada vez que me lavaba los dientes. ¡Pero es que es mío y eso no se intercambia!

Así que el siguiente paso no podría ser otro: un cepillo de adultos del mismo color que el mío.

Y... (redoble de tambores) ¡este, que es igual que el de mamá, ha colado! Es más grande que Monstruita y no sé cómo le cabe en la boca, pero parece que es el elegido.

Si es que son bebés pero no tontos...



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