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¿Límites sí o no?

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SÍ.

Ya puedo ver a unos cuantos lectores alejándose... ¡No os vayáis tan rápido, chicos! ¡Trolleadme en los comentarios por lo menos! ¡Hey! Tarde.

Todos tenemos límites desde que nacemos. Por ejemplo, yo como soy mujer, nunca podré echarle morro y escaquearme dejarme barba a no ser que comience con algún tipo de tratamiento hormonal. Además, si no voy a trabajar, mi empresa no me pagará a final de mes. Y para más inri si dejo desatendidos a mis hijos habitualmente, los de Servicios Sociales me los quitan. Es decir, que la palabra límite aunque a algunos les suene mal, la sufrimos todos para poder convivir de manera más o menos pacífica. Podemos llamarlos de otra manera pero seguirán siendo lo mismo: límites a nuestros deseos y apetencias "en bruto".

Del mismo modo, creo, nuestros hijos también los tienen. Algunos les vienen dados desde el nacimiento (como el género o el color de los ojos) y otros conviene que se los enseñemos porque es la mejor manera de que los aprendan.

Mira tú por dónde me encuentro en estas tesituras con Monstruita. Y parece que desde la redacción de Edúkame me espían por una rendijilla porque tenía en mente un post sobre el tema de los límites que es, casualmente, sobre el que trata su número esta vez. Además son tan apañados que han escrito una guía que comprende desde los 0 a 3 años y otra que va desde los 3 hasta los 6. Yo me he leído la primera, claro. Ya de paso, nos hacen preguntarnos si esos límites son desde el amor, desde la necesidad de nuestros hijos, o desde el miedo, es decir, desde el temor a perder nuestra autoridad o pecar de "laxos" con nuestros hijos.


Desde la perspectiva del momento del desarrollo en el que se encuentran nuestros hijos (exploración, autoafirmación...) explican cómo establecer esos límites: normas claras, cortas, concisas, asegurándonos de que nos escuchan.

Aconsejan no abusar del "NO" (vaya frase contradictoria que me ha quedado), establecer unas rutinas claras, cómo entender sus reacciones y terminan, como siempre, con consultas reales. En este caso tales como qué hacer para que no cruce solo la calle.

Incluyen un póster actividad para establecer rutinas y, lo más interesante para mí, un Cuaderno de normas y límites familiar y un test sobre el tipo de madre o de padre que eres.

La verdad es que la revista me ha servido para comprobar que no lo estamos haciendo del todo mal. Solemos darle alternativas para no abusar del NO, dejamos claro lo que puede hacer y cuándo y no cedemos si no procede (si te escapas por la tienda para tirar cosas, te tendré que coger la mano porque no sabes comportarte aún en espacios como este). Otras, simplemente, le voy explicando el porqué de lo que estoy haciendo con voz calmada: "te pongo en tu silla del coche porque si chocamos, te puedes hacer mucho daño". 


Sin embargo, utilizo otras estrategias que no aparecen en la revista como, por ejemplo, potenciar la autonomía para que Monstruita misma asuma los límites. Por ejemplo: "ya vamos a quitar Peppa Pig, que llevas mucho tiempo, venga, quítalo tú dando a este botón". Parece una tontería pero me evita bastantes rabietas y ella va aprendiendo.

No todo es maravilloso de luz y color. Es cansado y tenemos días en los que parece que cualquier cosa que se le niega es motivo suficiente para montar una rabieta. A veces es por la mañana, recién levantada, y agota comenzar así el día. Según un apartado de la propia revista, sería porque Monstruita no recibe normas claras y no sabe dónde están los límites. Pero en este caso me parece que ese no es el problema porque, además, las tres personas que pasamos más tiempo con ella vamos a una, con criterios muy similares para este tipo de cosas. 

Aún así va progresando. Quizá me pase de exigente pero va aprendiendo a controlar sus gritos cuando le pido silencio porque no son horas o porque su hermano está durmiendo. O a esperar su teta sin ponerse nerviosa aunque esté su hermano (eso sí, no le pido más de cinco minutos porque su concepción del tiempo aún no está formada). Ya comprende cuándo un juguete es de otro niño y asume que se lo lleve o que no siempre pueda utilizarlo sin que el Apocalipsis de las rabietas venga sobre nuestras cabezas.

En fin, no sé cómo os apañaréis vosotros pero de momento, parece que por aquí vamos lentos pero seguros en ese sentido. Y si tenéis más dudas, ya sabéis, podéis consultarlas en Edúkame.



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