Han pasado poco más de siete meses, pero a mí me parece que han sido cinco minutos por lo rápido que han pasado (si quitamos los primeros meses).
Me parece casi irreal ese momento en que Monstruita:
- Cuando dormía, la dejabas de un lado, y así se quedaba, sin moverse durante horas si era necesario.
- Parecía un muñeco de trapo cuando la cogías, y se iba por todos lados.
- Era bifásica: lloro-no lloro. Ahora, ríe y se carcajea también. Además, balbucea aunque aún no sepa bien lo que significa.
- Hasta que se cogía al pecho, cabeceaba una y otra vez. Ahora es una experta, lo ve, y se tira sin más.
- Se descubría las manos. ¡Las manos, esas cosas que eran parte de una y se podían mover a voluntad! Luego se descubría los pies.
- Manchaba 5 o 6 pañales diarios con caca. Esto no lo echo de menos en absoluto.
- Regurgitaba cada dos por tres, y no ganaba para ropa ni lavadoras.
- Podía dormirla meciéndola en mis piernas cruzadas, ¡cabía!
O ese momento en que yo:
- Me agobiaba un montón cada vez que Monstruita lloraba. Y si no lloraba, por cuándo iba a llorar.
- Me preguntaba si estaría tomando suficiente leche o no, y cuánto. Llegué a envidiar esa característica del biberón (y eso que no me considero especialmente controladora).
- Darle el pecho en cualquier otro lugar que no fuera mi casa, se me hacía un mundo. Ahora ya he pasado por túneles de lavado, caminos de pueblo, supermercados...
- Miraba cada semana en internet el desarrollo del bebé a determinada edad.
- Me peleaba con las escaleras y el carro (ahora no. Y además, a Monstruita ya le gusta su mochila).
- No tenía ni idea de moda de ropa de bebé.
- Lo planchaba todo. Los pañales no, porque no se arrugaban, que si no, también.
En fin, que aquel día nacimos las dos, ¡y lo que nos queda por crecer!