Este post debería ser obligatorio y quizá tenía la idea de escribirlo en algún lugar de mi mente con bastantes telarañas. Así que hasta que Lucía, de Planeando ser padres no me lo ha sugerido, no me he puesto a ello. Vaya, pues, esta entrada para ella con el título que ella me inspiró en su comentario a mi post anterior.
Mi lactancia comenzó con dolor. Horrible, intenso, nadie te avisa de que el bebé te deja los pezones hechos polvo hasta que, de alguna manera, "se hace callo". El frenillo corto lingual de Monstruita no ayudaba. Sin embargo, eso tuvo solución y con apenas dos meses, le operamos. Mientras, yo estaba contenta porque Monstruita crecía y engordaba como se esperaba: mi teta funcionaba, mi leche alimentaba, mi cuerpo respondía y se acoplaba a sus necesidades.
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Cara de dolor que pondría un tío ante la misma situación. |
Tuve pinchazos en el pecho, supongo que era un amago de mastitis. Pero como no me dio fiebre ni me suponía mayor molestia, los obvié y se fueron solos.
Por mala postura, me aparecieron algunas pequeñas grietas que en seguida se fueron en cuanto me di cuenta y corregí la manera en que debía coger a Monstruita (y gracias a mi leche como cicatrizante y la lanolina pura).
Pero Monstruita seguía creciendo y yo continuaba tranquila.
Monstruita, desde el segundo mes de vida aproximadamente, solo quería mamar tumbada. Ante esto, tenía dos opciones: tumbarme yo con ella, o sujetarla de manera totalmente perpendicular a mí. Dado todo el tiempo que tardaba en mamar (media hora más o menos), prefería tumbarme yo. Además, cuando le soltaba la teta-chupete, se despertaba y me la tenía que volver a pegar. Como no podía portearla, permanecíamos las dos en el mismo sitio durante una hora o más en muchas ocasiones. A veces me siento tonta, porque pienso que otras madres se andan con menos miramientos y dejan al bebé en el moisés o se apañan mejor que yo en ese sentido. Pero yo estaba de baja maternal, era mi única hija y tenía todo el tiempo del mundo.
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Así me quedaba yo después de dos horas tumbada |
Aunque no toda la paciencia del mundo. Darle de mamar en otro sitio que no fuera en casa, era casi imposible, a no ser que pudiéramos tumbarnos las dos. Mis salidas, pues, se restringieron mucho haciéndome más esclava aún del bebé.
Y aproximadamente entre los 3 y 5 meses, me sucedió varias veces: de repente, no tenía ganas de darle el pecho a Monstruita. Es más, ¡lo odiaba, me resultaba insoportable! No por el dolor, que ya había pasado, era como un rechazo interno muy fuerte, casi aversión. Siempre pensé que si eso me pasaba cuando Monstruita tuviera un año o dos, sería la ocasión propicia para el destete. ¡Pero no tan pronto! Debía ser eso que llaman "crisis del amamantamiento", pero tampoco estoy muy segura. En fin, me armaba de paciencia y me decía a mí misma que Monstruita tenía que comer y que pronto pasaría.
Efectivamente, esa crisis pasó. Y Monstruita, sobre los cinco meses, tardaba mucho menos en mamar, unos diez minutos aproximadamente.
Además, cuando aprendió a sentarse, sobre los siete meses, ya le gustaba mamar sentada. Por supuesto, ya no me dolía.
Después, comenzó el baile del tetasutra que incluye patadas, manotazos, movimiento de culo arriba y abajo y demás lindezas. Pero todo esto es mucho más llevadero que todo lo anterior pasado.
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Nivel de dificultad del tetasutra según Hathor, la Diosa Vaca |
Sí considero la lactancia mucho más cómoda que los biberones durante los primeros meses, aunque ahora me pesa un poco. Monstruita es muy dependiente de mí y me reclama cada dos horas (media hora arriba, media hora abajo). Esto cambiará, supongo, pero de momento tengo que renunciar a conciertos y salidas nocturnas (podría sacarme leche y dejarla ¡pero es que también soy su chupete para dormir! Monstruita no quiso chupete). Y porque a veces echo de menos dormir muchas horas seguidas (con tres me bastaban). Aunque en cierta manera, salir a trabajar me libera un poco y me ayuda a ser yo misma y a centrarme en cosas distintas (aunque mi media horita en el trabajo para sacarme leche, no me la quita nadie).
No obstante, me sigue compensando, porque creo que le estoy dando lo mejor, oro líquido y blanco, ¡y mucho más barato que la leche de fórmula! Además, aún la veo pequeña para que pase mucho tiempo sin mí (¿miedos de primeriza?)