Yo llevaba 25 meses de feliz lactancia a pesar de los duros comienzos por la anquiloglosia de Monstruita, ya sabéis, eso del frenillo corto de la lengua. Por lo demás, nunca tuve una mastitis (que yo sepa), ni una perla de leche. Si acaso, agitación del amamantamiento y alguna que otra grieta que curaba en seguida y pasaba sin pena ni gloria.
Pero en el vigésimo quinto mes a Monstruita se le ocurrió dormir seis horas del tirón. Ella, que se despierta entre tres y seis veces cada noche, decidió regalarme un buen descanso aún no sé muy bien por qué.
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Mi teta era algo así. Imagen CC de Erik Parker |
Pues bien, su hermano no me podía vaciar todo lo que yo necesitaba y ¡tachán! Me levanté con un pecho duro como una piedra. Eso no era una teta, eso era un bloque de granito pegado a mí. Como nunca me había pasado, me agobié imaginando males que iban increscendo en una espiral apoteósica que ya quisieran para sí los siete jinetes del apocalipsis. Además, era domingo y el centro de salud estaba cerrado.
¿Solución? Ibuprofeno cada ocho horas, masaje tetil, calor antes de la toma y frío después y en 24 horas aquello volvió a ser estrujable.
Bien, estrujable pero no estaba exactamente lo que se dice curado. Al día siguiente me salieron dos puntitos blancos en el pezón. No eran perlas de leche porque no eran redonditos, brillantes y monos. Más bien eran alargados, mates y feunos. Eso sí, dolían igual. Y como tengo una matrona en el centro de salud que entiende de lactancia materna, p'allá que fui.
Me explicó que tenía una mastitis subclínica y que los puntitos blancos eran las bacterias malosas que se habían reproducido demasiado y salían al exterior taponando esos dos conductos. Así que me los abrió con una gasa y sacó la leche retenida con la premisa de poner al bebé a mamar de ese pecho en cuanto pudiera. También me mandó tomar un probiótico específico.
Así me tiré como cerca de mes y medio. Más o menos acudía a ella cada semana porque los puntos blancos volvían a aparecer y a causarme obstrucciones serias. Ella me los volvía a abrir (me enseñó a hacerlo pero nada, en casa no me salía, con lo fácil e indoloro que lo hacía ella) y los volvía a vaciar. Entre medias desapareció uno de los puntos blancos aunque se me volvió a poner el pecho duro (esta vez no funcionó el ibuprofeno). Era el otro punto blanco el causante de la repetición del desaguisado. Acudí a la matrona, lo abrió, lo vació, y mi pecho volvió casi a la normalidad.
La matrona finalmente me recomendó hacerme un cultivo de mi leche. Mientras esperaba a los resultados, aquello fue mejorando y, finalmente, no hizo falta que tomara antibiótico.
Pero yo sigo con mi probiótico, que Monstruita ahora lo mismo duerme 6 horas una noche, que se despierta cada hora y media otra y no me apetece que se repita la historia.
He tenido suerte porque no ha sido una mastitis de esas de peli de terror y porque tengo una matrona a cinco minutos de casa que es un amor. Pero si no tienes la suerte de tener a una profesional así a mano, ¿cómo lo solucionas? Ojalá cada vez haya más personas del ámbito sanitario bien formadas en lactancia materna.