Llevo queriendo escribir esta entrada casi desde el momento de llegar a casa. Pero los puntos aún molestan, y he preferido tomármelo con calma. Esta entrada es kilométrica, si no os interesan los partos, no la leáis, avisados quedáis ;)
Realmente he tenido un embarazo estupendo, sin apenas molestias (más allá de que el bombo pesase cada vez un poco más), y muy mimada por Monstruo y mi familia en general. Pero llegaba el momento del parto. En la última monitorización, ya me dieron fecha para un parto programado si no nacía antes. ¡Ay, mamá, con lo poco amiga que yo soy de horarios y relojes! ¡Que yo quería que Monstruita naciera por sí misma!
Así que esa semana anduve una media de dos horas diarias. El jueves 22 fui, además, a mi clase de yoga, con 40 semanas+5. Y el viernes por la mañana me levanté con un estupendo dolor de riñones, que achaqué a la clase de yoga: "me he pasado, he debido forzar en algún momento durante la clase de ayer", pensé.
A eso de las seis de la tarde, se me ocurrió comprobar si los riñones me dolían más cuando me daba una contracción de las, supuestamente, falsas o de Braxton-Hicks. Y coincidía. Y yo no creo en las casualidades.
Así que con más miedo y frikismo que vergüenza, me puse a buscar una app que contara contracciones. Tras probar varias, me quedé con esta, Contraction Timer. Qué bien que vino, no lo podéis ni imaginar.
Total, que comencé a ver que solían durar un minuto de media, y me daban cada 7 minutos más o menos. Vaya, parece que esas iban a ser las de verdad. Avisé a Monstruo, y le dije "tranquilo, que ya sabes que soy primeriza, y esto seguro que va para largo. Búscame de todos modos para ir a hacer la compra contigo".
Iluuuuuusa soyyy, cuando él llegó a casa, yo prefería no moverme mucho del sofá, así que fue él solo a la compra, y la hizo en tiempo récord (mira que le dije que no había prisa...).
Así que a eso de las ocho de la tarde, estábamos los dos en casa. Nos pusimos la serie de Breaking Bad (subtitulada en inglés para la menda, que si no, no me entero de nada), y el móvil con el Contraction Timer a mano.
Sobre las dos de la madrugada, las contracciones comenzaron a ser cada 4, 5 y 6 minutos más o menos. Monstruo quería irse ya, a lo que le dije "mira, para sufrir en un hospital, mejor sufro en mi sofá, espérate que se den cada 5 minutos de media durante una hora, que acaban de empezar". Pero nada, que si quieres arroz. Después de ponerse dos jerseys (los nervios, es lo que tienen), llamó al taxi, que al más puro estilo hollywoodense, nos condujo a toda velocidad por las calles de Madrid. Sí, claro, mis jadeos con las contracciones no tranquilizaban al señor taxista, pero alguien debería haberle dicho que lo de las pelis no sucede exactamente así, y menos con una primeriza.
Según estaba pasando por la puerta de Urgencias de la Maternidad, estaba rompiendo aguas. "Oiga, mire, vengo porque estoy rompiendo aguas, y creo que estoy de parto", es una buena presentación en esas circunstancias. Sin perder tiempo, me miraron, comprobaron que, para disgusto mío, solo había dilatado un centímetro, y me llevaron casi directamente a la sala de preparto, ante las miradas envidiosas de otras embarazadas que estaban tan pichis en la sala de espera (sí, sí, no es cosa mía, Monstruo también vio esas miradas. Pero oye, tampoco se las veía con mucha pinta de estar pariendo. Poco les faltaba para estar haciendo ganchillo tranquilamente).
Después, en seguida me pasaron al paritorio, un sitio muy agradable que ya había visto (habían tenido la deferencia de mostrárnoslo en una charla previa sobre la epidural en ese mismo hospital), con ventana a la calle, paredes azules, una cama por habitación... Casi entré pidiendo la epidural. Ea, llamadme cobarde y lo que queráis, pero es que eso duele, leches, y una no se veía muy fuerte, que digamos.
Les pedí que no me pusieran enema (ya me había ocupado yo durante todo el día de visitar el W.C. varias veces). Iba depilada (os lo aconsejo. Puede que no sea necesario, pero a ellos les puede ayudar mucho en ciertas circunstancias. Y por si acaso, mejor que te lo hagas tú a que te rasuren ellos a cuchilla).
Mi marido estuvo presente en todo momento, aún a riesgo de perder los dedos de su mano (tenía un agarradero en la cama, pero nada como poder retorcer sus dedos. Sádica, sí, pero fue circunstancial, lo juro). Me permitieron ponerme en las posturas que me apeteciera, e incluso me aconsejaban algunas para facilitar el parto,
La epidural, una vez puesta, provocó que las contracciones, aunque algo menos dolorosas, se espaciaran. Con lo cual, no hubo más remedio que poner oxitocina (también retrasaron este momento, sabiendo que yo era reacia a ella). La epidural me hizo efecto en el lado derecho, pero no en el izquierdo. Eso significa que, aunque el dolor disminuyó por una parte, también seguía sintiéndolo.
En aquel momento, de dolores y tensión, solo quería que Monstruita saliera rápido, como fuera, que terminara aquello que dolía, esas sensaciones extrañas. Aunque fue bonito y raro notar cómo el cuello del útero se abría (se dilataba, si queréis), con cada contracción.
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Parto en el agua |
Con perspectiva, creo que gracias a que aún sentía esos dolores, esas contracciones, empujé mucho y salió todo más rápido. En aquel momento pensaba en las mujeres valientes que han parido y paren sin epidural, y en cómo las mujeres podíamos desear tener más de un hijo. Sin embargo, en cuanto salió Monstruita y me la pusieron encima (piel con piel, ufffff...) se me olvidó todo. Absolutamente. Puedo decir que me dolía mucho, de manera consciente, pero si os soy sincera, no recuerdo la intensidad ni el tipo de dolor. Qué mágico y sabio es el organismo.
Las clases de preparación al parto, ahora sí puedo confirmar lo que sospechaba, no me sirvieron para prácticamente nada. Los pujos los aprendí gracias a la sabiduría de las matronas de allí (es que en uno de esos, incluso me dio por empujar al revés, qué lástima). Y las respiraciones también, que fueron distintas de las de la preparación al parto. ¿Jadear y respirar rápido? Ni de coña, porque podría marearme. Así que, en la medida de lo posible, respiraba profundo. Y cuando tocaba empujar, aguantaba el aire y adelante.
Cuando ya me decían "empuja, que se le ve la cabeza", yo pensaba que me estaban vacilando, que era para animarme. Así que cuando añadieron eso de "a ver, tose un poco", pensé: "sí, claro, la voy a parir a base de un catarro mal puesto". No funcionó, pero sí era cierto que estaba al salir.
Y con sus 3,420 kg., por fin, salió al mundo Monstruita, 5 horas después de haber llegado al hospital. La matrona que me atendía principalmente, no me hizo episotomía, aunque tuve un pequeño desgarro que tuvo que coserme. Después, le pedí, por curiosidad que me enseñara, si era posible, la placenta y el cordón umbilical, y se esmeró, pidiéndome paciencia mientras la expulsaba y ella se preparaba para coserme. Era curiosidad pura y dura, ¿eh?, que a mí la casquería gore no me va.
Estoy muy contenta con cómo salió el parto, y muy agradecida con el personal que me atendió desde el mismo momento en el que entré, de cómo se portaron conmigo, de cómo me respetaron y de su paciencia (os puedo asegurar que hubo momentos en los que fui especialmente latosa, aunque educada, ¿eh? Siempre imaginé que perdería los nervios en ese momento, pero no o, al menos, no demasiado). Y siguiendo los consejos de Carlos González (no estoy de acuerdo en todo con él, pero en algunas cosas sí), he escrito una nota de agradecimiento al personal del hospital, explicando por qué me gustó que me atendieran allí.
En lo que respecta a la visitas, llamadas de teléfono, papel del padre y lactancia, también tengo muchas cosas que decir. Pero eso lo dejo para otro post...