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Abuelas primerizas

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Enseñanzas sabias de abuela primeriza
Sí, señores y señoras, porque no solo las madres somos primerizas. Y es que llega un momento en la vida de alguna madre en que, de repente, se convierte en abuela porque su propia hija o su hijo, ha engendrado a un vástago (o vástaga).

En el caso de Monstruita, ambas abuelas son primerizas. Y ambas llevaban años y años esperando un nieto o una nieta. Así que no solo soy yo la que tiene que aprender como madre, sino ellas también como abuelas. Lo que sucede y el proceso viene a ser una cosa así:

Cuando comunicas que estás embarazada¬

Mi madre fue la primera en saberlo, nuestra relación es muy estrecha y sabía de la ilusión que iba a hacerle. Fue por teléfono porque, a los pocos días de enterarme, yo andaba fuera de los madriles. Lloró de la emoción y, claro, no la iba a dejar sola y ahí me teníais, con un pañuelo limpiándome la nariz.

A mi suegra dudábamos de si decírselo porque sabíamos que se lo iba a cascar a todo el personal antes de que cumplieran las doce semanas de rigor. Pero se lo terminamos diciendo, como una semana después o así. Cumplió y se mantuvo calladita aunque se estuviera revolviendo por dentro.

El embarazo¬

Si por mi madre fuera, hubiera vivido en una burbuja algodonosa hasta que Monstruita decidiera salir. No me dejaba ni estar de pie aún estando de pocas semanas, y encontrándome yo perfectamente. Me obligaba a agarrarme a los pasamanos al bajar las escaleras y ella se agachaba rauda antes que yo si se caía algo. He de decir, a su favor, que mis compañeros/as de trabajo actuaban más o menos parecido. Pero me hubiera hecho gracia que todos ellos nos vieran a unas cuantas gordas hacer posturitas en la clase de yoga (que hice hasta el día anterior al parto).

Mi suegra se dedicaba a tenerme más en cuenta a la hora de comer. Vigilaba si comía suficiente y me explicaba lo sanos que eran sus platos. A veces se asombraba cuando le decía que no podía comer esto o lo otro. Ella, que ponía tomate en la ensalada porque a mí me gustaba, tuvo que cambiar de hábitos porque lo empecé a aborrecer, junto con el chocolate. El tomate y el chocolate no volvieron a ser mis amigos hasta el sexto mes de embarazo, más o menos.
Más consejos sabios de abuela primeriza
El parto¬

Monstruo y yo teníamos claro que nadie de la familia sabría nada hasta que Monstruita estuviera con nosotros. Y es que conozco a mi madre, y además de que ella estaría sufriendo y nerviosa (más aún, porque imagino que el miedo al parto lo tendría presente durante todo el embarazo), se presentaría en el hospital antes que yo (luego me enteré de que no hubiera servido de nada porque, al ser de madrugada, a ella la hubieran mandado a casa, así que ese disgusto que nos ahorramos también).

Una vez ya con Monstruita entre nuestro brazos, tocamos diana y avisamos a todo el mundo. Nuestras familias vinieron raudas y veloces, y mi madre se encargó en las primeras semanas de proveer cosas básicas que yo no había tenido en cuenta.

La crianza¬

Solo puedo hablar desde los ocho meses recién cumplidos, pero es la parte más diver. Las abuelas babean por doquier, su nieta es la más guapa, la más lista, la más rápida y la más todo, que para eso es su nieta.

Cualquier cosa les hace gracia. A mí también, claro, pero se lo cuento y se magnifica. Y, cómo no, también dan consejos. Algunos los pido y son bienvenidos. Entre los que no pido, suelo encontrar las siguientes constantes:
  • Frío: mi madre insiste en que debe de llevar el gorro al salir a la calle o, en su defecto, poner el impermeable de plástico del carrito. Mi suegra aprovecha la mínima para tomarme la temperatura de las manos y decirme: "las tienes frías".
  • Comida: como estamos con el Baby Led Weaning (BLW) ambas eran un poco escépticas, aunque me dejaban hacer (qué remedio). Al ver los resultados, mi madre en seguida se subió al carro del BLW y comenzó a preparar cosas ella cuando vamos a comer a su casa, de manera bastante apañada sin apenas indicaciones mías. Mi suegra lo vio hace relativamente poco y, aunque alucinaba, aún prefiere que sea yo quien le prepare la comida a Monstruita.
  • Ropa: mi madre le compra de todo, desde vestidos, hasta el saco del carrito, juguetes o lo que haga falta. Y si no hace falta, se lo compra también, por si acaso. Mi suegra suele comprarle ropa también y algún juguete. Ambas coinciden en que, de vez en cuando, les entra el mono y terminan comprando lo que sea (útil normalmente).
  • Cuadros: Entre el que pintó mi suegra, el que le regaló el tío, el que bordó mi madre, los que creamos Monstruo y yo con chuches, y los que hice yo, su habitación va a ser la pinacoteca más grande del mundo, desbancando al Museo del Prado.
  • Varios: que si una quiere que ponga a Monstruita a andar ya (y luego dicen que crecen muy rápido), que si otra quiere que le corte el pelo (¡pero si ha salido al padre y a mí la pobre mía, y casi no tiene!), que si la una dice que no le compre mucha ropa porque en seguida se le queda pequeña (¡pero le tendré que vestir mientras tanto, y anda que no ensuciamos!), que si otra dice que... (rellenar).
Esto también pasa
Y, de momento, en estos ocho meses, poco más puedo añadir. Las dos abuelas también coinciden en que ven poco a su nieta (y entre que vienen ellas y vamos nosotros, la van a desgastar de tanto achucharla). No parece, de momento, que Monstruita vaya a compartir su protagonismo en, al menos, unos años, así que aún le quedan abuelas primerizas para rato.



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